¿Alguien pensó que viviría una pandemia y cómo se vería afectada su salud mental? Pues yo no. Para mí, las pandemias son algo que aparecía en los libros de historia, del tipo de cosas que podían ocurrir en la Edad Media. Incluso en la Biblia con las 7 plagas de Egipto. ¿Pero pandemia en el siglo XXI? No. Eso si que nunca pensé vivir.
La experiencia del confinamiento
Y bueno, ya estamos en esto desde hace algunos meses y sin ánimo de ser pesimista (sino un poco realista), no se observa un cese en el corto ni en el mediano plazo.
En este tiempo, nos hemos confinado a nuestros hogares; aprendido a estar 24/7 con nuestras familias (cuestión que para muchos ha sido muy difícil y para otros una experiencia y alucinante de descubrimiento y re-descubrimiento de los suyos). Para otros, también ha significado tener que lidiar con la soledad y la falta de contacto físico con otros seres humanos.
Algunos han disfrutado de sus hogares, de sus espacios, pero para la gran mayoría, estar en espacios reducidos ha sido un tremendo desafío y una muestra vívida y clara de las condiciones de vida en las que estamos inmersos.
El trabajo ha experimentado un mundo de cambios. Del trabajo presencial al trabajo online o trabajo remoto; aprender a planificar las acciones y los tiempos (siendo lo más realistas posible con la realidad); aprender a coordinarse con otros a distancia; liderar equipos; aprender a utilizar plataformas digitales y ¡uff! un largo etc…
Por qué no decirlo también, esta también ha sido una foto clara y evidente del trabajo precarizado que tenemos; de la vida que se financia con el ingreso del día a día y que hoy ha dejado a muchos sin su fuente de ingresos.
Muchos han experimentado también la triste y dolorosa pérdida de seres queridos, sin poder despedirse de manera normal y así dar curso a un proceso de duelo. No, lo más probable es que presenten muchas dificultades para procesar estas pérdidas.
Cada uno en su forma y realidad sobrevive a estos tiempos de pandemia haciendo “lo que mejor puede con lo que tiene” y esto inevitablemente conlleva un efecto negativo en el bienestar mental… al menos en algún grado.
El encierro, la soledad, las dificultades económicas, las pérdidas humanas; el distanciamiento físico de nuestros seres queridos; el natural y esperable miedo; el lidiar con la casa-la familia-el trabajo- la educación- el cuidado, todo a la vez (y que ha sido aún más intenso para las mujeres que ya traían esta carga cultural encima); el estrés, la angustia, la preocupación; la pérdida de libertad (y en algunos casos, de manera lamentable, el aumento de la violencia doméstica), sin duda nos obligan a un constante estado de adaptación que se acompaña -para la mayoría- con altos niveles de estrés (por decir lo menos).
¿Cómo afecta a la salud mental?
Desde la Psicología de la Emergencia sabemos que en contextos de crisis, las personas podemos experimentar malestar o síntomas en 4 niveles: pensamiento,emociones, cuerpo y relaciones (para revisar los síntomas más comunes haz click aquí), y consideramos que éstas son “respuestas normales ante eventos anormales”; sabemos que estos síntomas pueden durar alrededor de un mes desde el evento crítico y que luego deberían ir bajando hasta que la persona recupere un estado normal. Sabemos también que un 70% de las personas se recupera de manera natural y que el resto necesitará ayuda especializada. Pero también sabemos que mientras antes contemos con “una manito de ayuda” antes nos sentiremos mejor.
Ahora bien, ¿tenemos información específica de lo que ocurre en una pandemia? Pues no. Pero lo anterior nos sirve de hoja de ruta para acompañar los procesos de todos aquellos que lo deseen y lo necesiten.
Si te has sentido reflejado/a con algo de lo anterior y estás experimentando algún grado de malestar que te dificulta tu funcionamiento normal (considerando el contexto), busca ayuda. No dejes pasar el tiempo.